miércoles, 10 de marzo de 2010

Peligro de extinción




“Vamos vamos xeneizes, vamos transpiren la camiseta, hoy no podemos perder”, es una de las estrofas entonadas por “La 12” en la cancha.
El 8 de julio de 1984, los jugadores de Boca le hicieron unos pequeños retoques a la canción, ya que ésta sí hablaba de transpirarla, pero de desteñirla... no decía nada.

Los jugadores profesionales estaban de huelga, enojados por retrasos con el pago de los sueldos, y el club parecía hundirse cada día un poco más. El presidente Domingo Corigliano atravesaba sus últimos días en el cargo, y a fin de mes pidió una licencia que fue claramente un preanuncio de su dimisión. Pero, por lo menos, aún podía usar su estadio.
Aquella fría tarde de invierno, Boca tocó fondo. Los juveniles de la cuarta división enfrentaron a la primera de Atlanta, por la 15º fecha del torneo Metropolitano, en la Bombonera.
Fue algo insólito e inesperado, sobre todo para los jóvenes que salieron a la cancha. Según Néstor Tessone, volante izquierdo de aquel encuentro, se enteraron que les tocaba jugar apenas unas horas antes del partido.
“Yo tenía 20 años, no conocía ni siquiera la cancha y no estaba ni en tercera, ya que había tantos jugadores profesionales, que aquellos que no integraban el plantel de primera, jugaban en tercera”.
El equipo azul y oro se presentó con un juego de remeras blancas con los números pintados a mano con tinta china, las cuales, con el transcurso del partido, se fueron destiñendo y manchando, como lo hizo el año 1984 con la rica historia de Boca.
Es que ese año fue el más triste de la historia del club. Había sectores de la cancha clausurados por problemas en la estructura que debían ser remodelados, por lo que sólo se usaba el anillo inferior y algún sector de plateas.
Ricardo Gareca y Oscar Ruggeri, los dos pesos pesados del plantel, habían iniciado una huelga para que la Comisión Directiva no los dejara libres en diciembre de ese año, como tenía pensado hacerlo.
Pablo Matabós, el lateral derecho del plantel titular, declaró que además, el club les debía el sueldo de ocho meses, y que por eso decidieron unirse. Pero eso no era todo...
“Boca no tenía plata ni para pagar la luz y había 152 juicios terminados con sentencia en contra. El club estaba totalmente fundido, no había administración”, explica Osvaldo Spataro, quien se encontró con el club “ardiendo en llamas”, cuando asumió como tesorero de Boca en enero de 1985.
Se hablaba constantemente de quiebra, remate de las instalaciones y hasta de desaparición.
Como si fuera poco, y sumando un problema más al pobre presente que vivía el club, aquel 8 de julio Atlanta llegó a la Boca para trazar el pincelazo que terminaría de oscurecer la situación.
El equipo de Villa Crespo apareció con un conjunto de camisetas similares a las del elenco local. Boca no tuvo más remedio que improvisar, y con un poco de ingenio, otro de tinta china, y un par de camisetas de entrenamiento blancas de básquet, pudo salir del aprieto: “El obligado a traer la camiseta alternativa era Atlanta, pero ellos aparecieron con una azul. Juan Bava, el árbitro, sostuvo que se iban a confundir los colores, así que nos obligó a buscar otra camiseta, pero todas las que podían ser usadas las teníamos en La Candela, en San Justo. La única solución que encontré fue ir a la utilería, elegir unas camisetas blancas de básquet y pintarles los números atrás”, testimonió Omar Cobián, el segundo vocal de Boca.
El partido finalizó 2-1 para Atlanta, con goles de Alfredo Graciani y Alfredo Torres. Marco Dos Santos, el capitán xeneize de esa tarde, había marcado el tanto de los inexpertos locales.
La campaña de Boca en aquel torneo fue pésima: terminó en el puesto 16 sobre 19 equipos. Jugó 36 partidos, de los cuales ganó 10, empató otros 10 y perdió 16. Hizo 34 goles y recibió 49.
Además se jugaron nada más y nada menos que 31 amistosos, con rivales que, ciertamente, rozaban lo bizarro: Chilecito (La Rioja), Sarmiento (Chaco) o el Combinado de Catamarca. A pesar del resultado desfavorable, los juveniles realizaron una gran actuación. Así lo recuerda Tessone, quien aseguró que “ese partido lo jugamos bien y sin presión alguna, ya que lo único que teníamos que hacer era mostrarnos. Además, la hinchada de Boca nos alentó durante todo el partido”.
El defensor Roberto Mouzo, jugador con más partidos disputados con la camiseta xeneize (426), confesó que le costó mucho vivir la situación de ver a los chicos de la cuarta división jugando en su lugar. “El contrato es algo personal y me pareció muy injusto perder así por un problema de sólo dos jugadores”, opinó Mouzo, actual DT de la cuarta división de Boca.
Las imágenes de aquel enfrentamiento y los números casi como manchas en sus espaldas, quedaron grabados en las retinas de los fanáticos del fútbol como el hecho más vergonzoso de la historia boquense.
Sin embargo, para los protagonistas de aquel encuentro, como Fabián Peruchena, el enlace del equipo, ese hecho fue sólo un detalle: “Con todo lo que pasaba en Boca en ese momento, lo de las camisetas fue solo una anécdota. Nosotros estuvimos sin cobrar por ocho meses, en La Candela no teníamos comida y la pileta la tenían que llenar los bomberos porque no había ni para el agua. El club se caía a pedazos”.
Boca estaba pobre de dinero y de lealtad: Matabós reveló que luego de todo el inconveniente, “los dirigentes y algunos jugadores del plantel profesional arreglaron sus respectivos contratos por atrás, eso terminó dividiendo al grupo. El arreglo entre nosotros era que si quedaba libre uno, quedábamos libres todos, pero algunos rompieron el acuerdo. Parte del plantel quedó dolido, hubo intereses de por medio. Hugo Gatti, Ariel Krasouski y Roberto Pasucci fueron los que arreglaron sus contratos sin nuestro consentimiento”.Ese partido, bautizado como “El día del fibronazo”, fue el hecho que sintetizó de alguna manera la triste realidad del club durante la década del 80.
Según el volante profesional Carlos Mendoza, el 8 de julio de 1984 “fue el episodio más triste e inolvidable en los 105 años de vida de Boca”, e indudablemente, reveló que todos los “grandes”, alguna vez, tuvieron su momento “chico”.

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