viernes, 20 de noviembre de 2009

Del carro a la gloria

Historias de caddies que llegaron a ser profesionales.

Por Christian Ludueña y Juan Gilabert.

Llevando el carrito, indispensable para el golf, se convirtieron en grandes jugadores y talentosos deportistas.

Comenzaron trabajando como caddies para conseguir dinero y así ayudar a sus familias, adquirieron los secretos y habilidades del golf, deporte practicado principalmente por la clase alta, pero se convirtieron en deportistas profesionales. Como caddies se codearon con los mejores golfistas del mundo y cumplieron su sueño de pisar famosos campos internacionales.
Es el caso de Roberto De Vicenzo, Ángel Cabrera, Andrés Romero, Eduardo Romero, Vicente Fernández, José Cóceres y Florentino Molina, entre otros, que como jugadores concretaron birdies por todos los continentes.
“El caddie es el complemento de un golfista, no solo lleva el carro con los palos, sino que también debe tener conocimiento sobre diversas situaciones y condiciones climáticas que se presenten a lo largo del torneo. Es indispensable para la concentración del jugador”, comenta Alberto Belliot, ex caddie del Ranelagh Golf Club de Berazategui, quien tuvo el privilegio de compartir una cancha con el ilustre Roberto de Vicenzo, en la década del `80.
En muchas circunstancias del juego, los caddies toman la responsabilidad de aconsejar al jugador en la elección de los palos y esto lleva, en muchas ocasiones, a determinar el resultado de un partido.
Si bien a los largo de la historia del golf, la función del caddie siempre se basó en las mismas tareas, Ricardo Belliot, hermano mayor de Alberto y quien llegó a ser caddie de primera categoría, afirma que los caddies de hoy son más inteligentes y están más dedicados a su trabajo.
“En mi época lo que sabíamos era de tanto estar en el club. Actualmente, los caddies ganan mil veces más plata de lo que ganábamos nosotros. Los caddies argentinos que trabajan en Europa le mandan dinero a su familia. Nosotros lo hacíamos por el Naranjín y el sándwich”, cuenta Ricardo, con una risa irónica.
Sentados en el jardín de la casa de Berazategui, los hermanos Belliot, no pueden hacer caso omiso a sus recuerdos de caddies, allá por mediados del Siglo XX, y hacen referencia al trato que recibían por parte de los golfistas. “En Ranelagh, todos los martes jugábamos los 18 hoyos. Nuestros “patrones”, así llamábamos a los jugadores, nos prestaban sus bolsas de palos y salíamos más de 30 caddies a divertirnos y a demostrar lo que aprendíamos de cada patrón”, recuerda emocionado el mayor de los hermanos Belliot.La realidad en estos días, lamentablemente, es muy distinta. Salvando a los caddies de los jugadores profesionales y consagrados, que en muchos casos tienen algún título universitario, en las canchas argentinas de golf amateur, se puede observar a los golfistas que recién comienzan (todos de clase alta y muy “finos”) tratando de formas despectivas a los muchachos que, para ellos, solo sirven para llevar el carro con los palos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Ilusión intacta

Las apuestas están a favor de España y es lógico que así sea. El equipo de la Madre Patria es el último campeón de la Euro Copa y actualmente ocupa el segundo lugar del ranking de la FIFA.
El juego colectivo que aplica en todas su líneas supera ampliamente a las destrezas individuales con las que cuenta Argentina.
Los dirigidos por Diego Maradona tendrán que jugar en equipo, los jugadores deberán “fusionarse” para debilitar el ataque español y en el momento de contraatacar, saber manejar la pelota y utilizar a las individualidades para sacar diferencia en las cercanías del arco de Casillas.
Las ilusiones del argentino futbolero de hacer un buen papel, ante el mejor equipo europeo del momento, están intactas. Pero lo más probable es que en los 90 minutos, la Selección Argentina tenga ráfagas de buen fútbol y, lo más seguro, que no las pueda aprovechar ya que no tiene un referente de área o ese hombre que estuviese en el momento justo para concretar el gol.
La realidad se va a ver en el césped del estadio Vicente Calderón, del Atlético Madrid, ubicado en la capital española. “Los pingos se ven en la cancha”, suele decirse.
Ojala que en los diarios de mañana se hable de fútbol y se comente solamente de lo ocurrido en el partido, pero las expectativas de escuchar conferencias groseras estarán al mando en los periodistas. Y saben, que con Maradona sentado en el banco argentino, las frases fuera de lugar salen como pan caliente de la boca del entrenador argentino.
Ojala se hable de fútbol, ojala.




CHRISTIAN LUDUEÑA

jueves, 5 de noviembre de 2009

Playa, Sol y Timba

“Los abuelos de Juan Gilabert tienen un departamento en Mar del Plata y decidimos ir una semana a descansar un poco de tanto cemento”, comentó Christian Ludueña. Claro, estos muchachos vienen de la Patagonia, de Comodoro Rivadavia (Chubut) y Bariloche (Río Negro) respectivamente. Transcurría noviembre de su primer año en Capital Federal, una época en la cual el calor y la humedad protagonizan el humor de los porteños, y estos jóvenes aprovecharon su buen rendimiento y asistencia casi perfecta en la facultad, para tomarse unos días en la costa bonaerense.
“Nos fuimos con la plata justa. La idea era descansar y volver a Buenos Aires con la cabeza más fresca. No teníamos pensado gastar dinero de más porque contábamos con lo necesario”, explicó Gilabert.
Sin embargo, ya instalados en “La Feliz”, esa mentalidad de chicos sanos y responsables, se la olvidaron en el micro de la empresa “Cóndor Estrella”.
A parte de disfrutar la playa con el clima hermoso que, normalmente, tiene Mar del Plata a principios de noviembre, Christian y Juan decidieron frecuentar la noche y jugarse unos pesos en distintos casinos de la ciudad.
En las tres primeras noches la suerte no estuvo de su lado y los chicos estaban pensando en volver antes, ya que sólo tenían la plata del boleto de vuelta.
Pero la vida da revancha. Por curiosidad de Ludueña en conocer un bingo, la suerte cambió y la “timba” se puso del lado del principiante. En la jugada especial del “Bingo del Mar”, Christian compró un cartón de $4 y los números cantaron a favor del novato.
“Lo llamé a Juan, que estaba en el departamento porque había perdido toda la guita en la ruleta, para contarle que había ganado $3000 en el bingo y no me creía. Lo fui a buscar, me abrió la puerta con la cara larga y la trompa por el piso, y le tire los 30 billetes de $100 arriba de la mesa”.
Los muchachos no solo descansaron y disfrutaron del sol y la playa, sino que también volvieron a la Capital con más plata de la que se fueron. Una semana inolvidable para los chicos del interior.

CHRISTIAN LUDUEÑA